Durante siglos el arte se ha
fascinado por el cuerpo desnudo de la mujer. Sensualidad, hipnotismo, libertad,
maternidad o incluso pecado han servido de excusa para mostrar a las mujeres
como símbolo de expresión imposible de explicar con palabras. La belleza del
cuerpo humano nos atrae desde una posición contempladora, como testigos de algo
sublime pero natural y al alcance de todos: cualquier mujer desnuda frente a un
espejo puede contemplar su propia belleza.
Pero lo leído en una noticia
reciente sobre los requisitos para trabajar en el “Crazy Horse”, un cabaré
Francés, me hace pensar que a veces el arte se confunde e intoxica con
espectáculos sexistas en los que la mujer es tratada, ya no como artista de un
espectáculo en el que se desnuda, sino como “ganado” que debe pasar unas taras
para que guste al público. Ustedes juzguen: para ser “bailarina” debes no solo
saber bailar, como es obvio, o poseer una figura espectacular, además tus
pezones deben distar el uno del otro de 21 cm exactos, y del ombligo al pubis
unos 13 cm. No terminando ahí, tu peso debe oscilar entre los 57 y 60 kg, con
una altura de no más de 1,72. La ilustre Anna Pavlova, una de las mejores
bailarinas del valet ruso, no podría haber deleitado a los presentes debido a
su altura y sus ojos saltones.
Es cierto que la danza abarca un
amplio abanico de estilos y que el arte de “insinuar” lo han cultivado grandes
artistas como Velásquez, Botticelli o Cezanne mediante el retrato artístico de
una mujer. Ni que decir de la fotografía, la cual intenta captar la atención más
allá de lo capturado por su lente. Todos ellos trabajan el desnudo como forma
de expresión para representar un símbolo, una idea que poseen en la cabeza y
que quieren transmitirla. No utilizan la figura femenina para reclamo comercial
y sobre todo no buscan su perfección, sino que crean deleitación con la imagen
en si; el arte no busca belleza, sino expresar su idea de belleza.
Lo podrán vestir de nueva “danza artística” o de arte sensual, como prodigan
los defensores de la danza en barra americana (mayor expresión sexista no he
visto), pero siempre será un espectáculo de ambientes “menos selectos” y que
ahora se vende reconvertido en “glamour de glorias pasadas” cuyo destino son
asalariados que buscan lo de siempre, una mujer desnuda bailando, con un poco
de estilo, eso sí.
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Desnudo de mujer. Joaquín Sorolla. 1902 |